Europa se cita lejos de Kiev para decidir el futuro de la guerra

Europa se encierra en Angola: la cumbre a puerta cerrada donde la UE decide cuánto cede ante el plan de paz para Ucrania

El presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha convocado para este lunes en Luanda, al margen de la cumbre UE-Unión Africana, una reunión extraordinaria de los 27 líderes europeos para discutir el plan de paz respaldado por Estados Unidos para Ucrania. El mensaje oficial es que el documento es solo una “base” que necesita “trabajo adicional”, pero en realidad Europa entra en una sala de máquinas incómoda: cuánto está dispuesta a aceptar de un texto que contempla concesiones dolorosas para Kiev sin dinamitar sus propias líneas rojas.

EPA/THOMAS MUKOYA / POOL
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Una cumbre lejos de Kiev… y lejos de Bruselas

Que Europa se juegue su próxima gran decisión sobre Ucrania en Angola no es un detalle menor. Mientras el foco mediático sigue en el G20 de Johannesburgo, la verdadera negociación europea se desplaza a una sala a puerta cerrada en Luanda. Allí, los 27 deberán alinear un mensaje común sobre un texto que, según distintas capitales, puede implicar cesiones territoriales, límites a las capacidades militares ucranianas y una redefinición de las garantías de seguridad que se habían prometido a Kiev.

António Costa, que llega a la presidencia del Consejo Europeo con el reto de recomponer consensos, ha optado por un movimiento poco habitual: reunir a todos los líderes “en los márgenes” de otra cumbre para hablar casi en exclusiva de Ucrania y del plan impulsado por Washington. Detrás de la fórmula diplomática —“el trabajo continúa”— la pregunta es mucho más cruda: ¿hasta dónde puede Europa avalar un acuerdo de paz que corre el riesgo de parecer más una congelación del conflicto que una solución estable?

El plan respaldado por Estados Unidos, bajo la lupa europea

En las últimas semanas, varios gobiernos europeos han repetido el mismo mensaje: sí a explorar la vía diplomática, no a cualquier precio. Sobre la mesa, el borrador respaldado por Estados Unidos se presenta como una hoja de ruta de 28 puntos, pero sus detalles concretos inquietan a más de una capital.

Los socios más críticos alertan de que cualquier fórmula que legitime cambios de fronteras por la fuerza chocaría de frente con el discurso europeo sobre el derecho internacional. Otros ponen el acento en las cláusulas de seguridad: si Ucrania acepta restricciones duraderas a sus fuerzas armadas sin un paraguas de protección sólido, el resultado podría ser un país debilitado en una frontera que seguirá siendo inestable para la UE.

En paralelo, en las capitales europeas se percibe otra presión silenciosa: la fatiga de guerra. Los presupuestos están tensionados, las ayudas militares ya no fluyen con la misma facilidad y las encuestas reflejan un crecimiento de las voces que piden “pasar página”. La reunión de Luanda se convierte así en el punto donde la lógica geopolítica choca con el cansancio económico y social.

Fracturas internas y líneas rojas en los Veintisiete

La cumbre también va a medir la capacidad de la UE para hablar con una sola voz cuando la Casa Blanca ya ha dibujado un marco inicial. No todos los socios miran igual el plan.

Los países del Este, con Polonia y los bálticos a la cabeza, temen un precedente devastador: si se acepta que un vecino puede perder territorio bajo presión militar, mañana el mensaje para Moscú puede ser que el modelo es replicable. Reclaman una postura firme que blinde la integridad territorial ucraniana y mantenga la presión sobre Rusia.

En el otro lado, Estados como Francia, Alemania o Italia miran con más preocupación la estabilidad del vecindario y la factura económica a medio y largo plazo. Sin renunciar al apoyo a Kiev, buscan un equilibrio entre principios y pragmatismo que les permita vender internamente un eventual acuerdo de paz.

Lo que realmente se decide en Luanda

Sobrevolando la sala estará, inevitablemente, la posición de Kiev. Zelenski insiste en que “la verdadera paz” no puede construirse solo sobre un alto el fuego, sino sobre garantías reales de seguridad y justicia. Cualquier fórmula que deje a Ucrania sin herramientas defensivas suficientes o que consagre de facto la pérdida de territorios será difícil de aceptar para un país que ha resistido casi dos años de guerra abierta.

Por eso la reunión de Luanda va mucho más allá de un punto en la agenda. Es un test de estrés para la arquitectura estratégica de la UE. Si de allí sale un mensaje nítido —apoyo a una paz negociada, pero no a cualquier precio; líneas rojas claras sobre territorio, capacidades militares ucranianas y presencia rusa—, Europa podrá presentarse como actor político y no solo como financiador del conflicto.

Si, por el contrario, el resultado es ambiguo, la señal será otra: una Unión dividida, que asume el guion que marque Washington incluso cuando roza sus propios principios. En Angola no solo se discute el futuro de Ucrania. Se negocia cuánto vale, en términos reales, la palabra “soberanía” en la política exterior europea y qué precio está dispuesta a pagar la economía del continente por defenderla… o por renunciar poco a poco a ella.

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