Dimite Miguel Ángel Gallardo tras el mayor batacazo del PSOE en Extremadura
Tormenta en el PSOE extremeño: una dimisión que simboliza el fin de una era
El PSOE de Extremadura ha entrado en una de las crisis más profundas de su historia reciente. Tras el desplome electoral del 21 de diciembre, Miguel Ángel Gallardo ha presentado su dimisión como secretario general y candidato, asumiendo la responsabilidad por el peor resultado socialista en la comunidad desde la restauración de la democracia. Los socialistas caen hasta los 18 escaños, diez menos que en las anteriores autonómicas, mientras el PP de María Guardiola se impone con claridad y roza la mayoría absoluta.
Un batacazo histórico en uno de los bastiones del PSOE
Extremadura ha sido durante décadas uno de los feudos más sólidos del socialismo: 36 años de gobierno de 42 posibles, una hegemonía que parecía difícil de cuestionar. El 21-D rompe ese guion. El PSOE se queda en torno al 25,7% de los votos y 18 diputados, frente a los 28 escaños y casi el 40% de apoyo que obtuvo en los comicios anteriores. El PP se dispara, mientras Vox se consolida como socio casi inevitable para articular una mayoría alternativa.
El resultado no es solo una derrota, sino una ruptura con el “suelo histórico” del partido en la región. Buena parte del castigo ha llegado vía abstención entre antiguos votantes socialistas, que no han migrado masivamente a otros partidos, sino que han optado por quedarse en casa.
Gallardo, del “resultado muy malo” a la salida forzada
La noche electoral, Gallardo admitió sin matices que el resultado del PSOE había sido “muy malo” y convocó de urgencia a la dirección regional para analizar la debacle. Pocas horas después, las presiones internas y el diagnóstico compartido de que era necesario un relevo llevaron a la decisión: dimitir como secretario general y dejar el timón del partido en manos de una futura gestora.
Su marcha se interpreta como el final de un ciclo político marcado, además, por el desgaste acumulado durante la campaña y por el impacto de controversias judiciales que han sobrevolado el debate público y han alimentado el malestar en parte de la militancia.
Presión interna, casos judiciales y desgaste acumulado
El hundimiento electoral ha actuado como catalizador de tensiones que venían de atrás. Dirigentes provinciales y cargos intermedios hablaban ya en privado de “desconexión” con la calle, errores en la elección del candidato y desgaste por la gestión del gobierno central. En ese contexto, los problemas judiciales en el entorno del partido han servido de munición a la oposición y de elemento de confusión para una campaña en la que el PSOE extremeño no logró instalar su propia agenda.
La combinación de factores nacionales (crítica a la dirección federal, hartazgo de una parte del electorado) y autonómicos (candidatura cuestionada, problemas internos no resueltos) ha desembocado en lo que algunos barones definen, en privado, como un “desastre absoluto”. La dimisión de Gallardo, en ese sentido, no solo responde a los números del 21-D, sino a meses de erosión interna.
Hacia una gestora y un congreso decisivo
Con el secretario general fuera de juego, el PSOE de Extremadura se dirige ahora a la constitución de una gestora que pilote la transición hasta un congreso extraordinario. Será ese cónclave el que tenga que responder a preguntas clave: qué liderazgo puede recomponer la organización, qué discurso adoptar en una Extremadura donde la derecha suma cerca del 60% del voto y cómo reconectar con un electorado socialista desmovilizado.
El debate no será solo de nombres. Sobre la mesa aparecerán cuestiones de fondo: relación con la dirección federal, renovación generacional, estrategia territorial en un mapa donde el PP gobierna o aspira a gobernar en buena parte del poder autonómico. Lo que ocurra en Extremadura será observado con lupa en la sede federal, porque el desplome en uno de los bastiones tradicionales alimenta la narrativa de desgaste global del proyecto socialista.
